MATRIMONIOS INUSUALES: 10 CONSECUENCIAS DE QUE UNA ARQUITECTA SE CASE CON UN ALBAÑIL

Dalton Ghetti, escultura

Dalton Ghetti, escultura

Dime con quién andas y te diré quién eres.

Conozco muchos arquitectos casados con otros arquitectos, con aparejadores, con ingenieros (vale, no tantos). Mi caso es algo peculiar, soy la única arquitecta que yo sepa casada con un albañil (me dicen que es el hombre que hace realidad mis sueños)
Esta convivencia me hace transformar la manera en que vivo y pienso la profesión.
Estos diez puntos son las consecuencias más inmediatas:

  1. Se ha despertado en mi un INTERÉS desmedido POR EL CÓMO (y con qué) SE HACE.
    Cómo se construyen los detalles, cuánto pesa un ladrillo, con este sistema se ensucia poco, para ejecutar este encuentro se tarda demasiado, este mortero se seca lento, este producto hiere la piel, molestamos a los vecinos con tanto ruido, esta madera huele increíble, el material de este suelo es muy frío, este cerramiento refleja mucha luz, el acabado es áspero, mejor terminamos con la talocha, después de cargar esta piedra duele la espalda, eso también puedo hacerlo yo. Ahora intento dibujar también esas cosas, y meterlas en los planos.
    Y tus preferencias por un material u otro van decantándose también con tu vida privada (optimizándose las caricias según vamos abandonando el cemento y acercándonos a la tierra cruda)
  2. Cada vez tengo MENOS CLAROS LOS LÍMITES DE LA PROFESIÓN (tantas formas de ser arquitecto/a, y tanta gente que lo es, aún sin serlo).
    A nosotros nos gusta la palabra alarife, porque describe una parte de ese límite, esa parte donde el albañil y el arquitecto se tocan tanto que son la misma cosa.
    En la actualidad, para ser alarife sería  imprescindible una asignatura troncal de «dirección de obra», además de unas prácticas de construcción especializada que permitiría, seguramente, bajar los coeficientes de seguridad en el cálculo de estructuras.
  3. Me he replanteado toda la DOCUMENTACIÓN DE PROYECTO.  Como ejemplo, un par de cosas:
    a) El tamaño importa. Funcionan bien formatos como el A3 ó el A2. El A1 incomoda, es difícilmente manejable, se vuela, se dobla, no se abarca de un vistazo. Cuando lo uso, es porque es absolutamente imprescindible.
    b) El pliego de condiciones técnicas particulares es una herramienta para utilizar a pie de obra, potencialmente muy útil y habitualmente poco trabajada. Mejor con formato cuadernillo «cómo se hace», letras grandes y muchos dibujos.
  4. Doy mucha más importancia a la Coordinación de (in)SEGURIDAD y (pérdida de) SALUD.
    Te das cuenta, de verdad, de que trabajar con guantes o casco es, a menudo, incómodo, muy incómodo (señores fabricantes de EPIs, busquen alianzas con la moda, denle una vuelta al diseño de sus productos, no estaría de más algo de glamour en esos cascos… ya me imagino el magenta que va perfecto a caras ovaladas..)
    En este tramo eres el copiloto de tu compañero de viaje y, más allá de responsabilidades penales  y consecuencias dramáticas, operario y dirección facultativa comparten obra y cama, por lo que es importante que conserve todos los dedos.
  5. Le doy mil vueltas a las CUESTIONES DE GÉNERO, ¿por qué no estamos más ahí, construyendo, las mujeres? (aunque por supuesto las hay, personalmente no conozco muchas albañilas, fontaneras o electricistas, sí algunas carpinteras). Me surgen dudas : ¿Cómo cambiarían los materiales, los elementos, los sistemas constructivos, si las ejecutoras fueran en su inmensa mayoría mujeres? , ¿se puede simultáneamente dirigir una obra, estar embarazada y no quedarse encajada entre los puntales?,…

  6. Estamos construyendo un curioso LENGUAJE COMÚN. Pocos albañiles usan con tanta propiedad la palabra «sofito». A mí me cuesta un poco más aclararme, aunque ya entiendo lo que es una «gárcena» (jácena), viga (vigueta) o una masa (una espuerta de mortero de cemento) .
  7. Ya no me agobio tanto con las MODIFICACIONES DEL PROYECTO EN EL TRASCURSO DE LA OBRA. Trabajamos duro para que los proyectos queden lo más «acabados» posible.  Pero si surgen imprevistos, te alegras de tu compenetración con el operario, de que te informe inmediatamente, de que te proponga alternativas de resolución y de que te dé la tranquilidad necesaria para pensar con algo de claridad. Consigues más destreza, aprendes a ser más concisa, pero también más flexible.

    Mesa de trabajo de un alumno albañil durante un curso de bioconstrucción

    Mesa de trabajo de un alumno albañil durante un curso de bioconstrucción

  8. Me emociono con las VISITAS A OBRA. Quiero presenciar todo, la excavación de cada zanja, el levantamiento de cada tabique. Aprovechamos los paseos familiares para revisar cómo avanzan las estructuras.Y me monto un lío porque no sé si tengo que dormir al pequeño o anotar en el libro de órdenes. Aprendes más, disfrutas más,  te fijas más, y todo, porque preguntas más.
  9. HE ENGORDADO.Esto es habitual en muchos matrimonios, pero es que yo almuerzo al ritmo de fontaneros, electricistas,  yeseros, carpinteros y albañiles.
  10. Y por estos almuerzos les he dicho adiós a los egos, y me sorprendo desarrollando un profundo RESPETO hacia TODAS las profesiones.

    «La interdisciplinariedad no consiste en cruzar resultados finales sino ideas desnudas» Jorge Wagensberg, A más cómo, menos por qué.

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